Antes de que acabe el día


Rincón del jardín parroquial, desde donde se presiente la Presencia





Señor: antes de entrar en el bullicio y aturdimiento del fin de año

quiero esta tarde encontrarme contigo despacio y con calma.

Son pocas las veces que lo hago.

Tú sabes que ya no acierto a rezar.
He olvidado aquellas oraciones que me enseñaron de niño
y no he aprendido a hablar contigo de otra manera más viva y concreta.
Señor, en realidad, ya no sé muy bien si creo en ti.

Han pasado tantas cosas estos años.

Ha cambiado tanto la vida y he envejecido tanto por dentro...
Yo quisiera sentirte más vivo y más cercano.
Me ayudaría a creer. Pero me resulta todo tan difícil...
Y, sin embargo, Señor, yo te necesito.
A veces me siento muy mal dentro de mí.
Van pasando los años y siento el desgaste de la vida.
Por fuera todo parece funcionar bien: el trabajo, la familia, los hijos...
Cualquiera me envidiaría. Pero yo no me siento bien.
Ya ha pasado un año más. Esta noche comenzaremos un año nuevo,
pero yo sé que todo seguirá igual. Los mismos problemas,
las mismas preocupaciones, los mismos trabajos...
Y así ¿hasta cuándo?
¡Cuánto desearía poder renovar mi vida desde dentro!
Encontrar en mí una alegría nueva, una fuerza diferente para vivir cada día.
Cambiar, ser mejor conmigo mismo y con todos.
Pero la existencia me dice que no puedo esperar grandes cambios.
Estoy demasiado acostumbrado a un estilo de vida.
Ni yo mismo creo demasiado en mi transformación.
Por otra parte, tú sabes que me dejo arrastrar por la agitación de cada día.
Tal vez por eso no me encuentro casi nunca contigo.
Tú estás conmigo y yo ando perdido en mil cosas.
Si al menos te sintiera como mi mejor amigo...
A veces pienso que eso lo cambiaría todo.
¡Qué alegría si yo no tuviera ese especie de temor que no sé de dónde brota,
pero que me distancia tanto de ti...
Señor, graba bien en mi corazón que tú hacia mí
sólo puedes sentir amor y ternura.
Recuérdame desde dentro que tú me aceptas tal como soy,
con mi mediocridad y mi pecado,
y que me quieres incluso aunque no cambie.
Señor, se me va pasando la vida, y a veces pienso que mi gran pecado
es no terminar de creer en ti y en tu amor.
Por eso, esta noche no te pido cosas. Sólo que despiertes mi fe,
lo suficiente para creer que tú estás siempre cerca y me acompañas.
Que a lo largo de este año nuevo no me aleje mucho de ti.
Que sepa encontrarte en mis sufrimientos y mis alegrías.
Entonces tal vez cambiaré. Será un año nuevo.

José Antonio Pagola


Otra vista del mismo rincón privilegiado

¿Por dónde se sale?


Cuando entré ya me di cuenta de que la puerta estaba algo desportillada; y en el interior la cosa no parecía pintar mejor, se adivinaba cierto desorden y descuido secular generalizado.
A poco de entrar la ruina era evidente y manifiesta. Lo que otrora pudo ser gloria y esplendor, ahora es abandono.
Es verdad que en absoluto me las prometía felices, que sospechaba que una vez atravesado el umbral del nuevo año, no debiera esperar que las cosas mejoraran. Pero, conforme iban cayendo las semanas y los meses, el nivel de desolación, destrucción y apatía iba tan en aumento, que apenas alcanzado su mitad, ya no deseaba padecer la mitad restante.
Tras el verano se nos ofreció una vía de escape en forma de escalera. Tal vez subiendo las cosas cambiaran, y si no mejoraban tampoco empeoraran.
No fue así. Al contrario. Cogida una pizca de perspectiva, aumentada la panorámica, pude ver que el mal no estaba sólo abajo; tampoco por arriba había esperanza.
No, no es nada fácil decir lo que ahora me está desbordando en el estómago. Sí, las tripas me urgen desde hace tiempo, y estoy deseando encontrar la puerta de salida. Tal vez ahí fuera encuentre lo que busco. Tal vez, lo mismo de lo mismo.
No hay vuelta atrás. ¿Habrá que hacerlo todo nuevo? Salgamos, pues, y que sea lo que Dios quiera.
 


EL PECADO DEL MUNDO

Juzgaste certeramente
las mentiras sociales
y las injusticias del mundo.
Tomaste partido,
empeñaste tu palabra y vida,
y diste un veredicto inapelable
que hirió a los más grandes,
a los ricos de siempre,
a todos los pudientes.
Y a nosotros nos hiciste caer en cuenta
de lo implicados que estamos
en esta situación colectiva de pecado.
Todo un entramado social
que no respeta los derechos humanos,
que no hace hijos
ni hermanos
ni ciudadanos,
y es contrario a la voluntad del Padre.
Justificamos nuestro estatus
porque hemos hecho del lujo necesidad,
y de la abundancia dignidad,
aún a sabiendas
de que no es sostenible nuestro bienestar
sin expolio,
sin desigualdad,
sin defensas,
sin mentiras.
Y nosotros, cómplices
-conscientes o inconscientes-
de este pecado colectivo,
en momentos de lucidez,
nos reconocemos corresponsables.
Con nuestra connivencia y nuestra omisión,
con nuestras normas y murallas
fomentamos y perpetuamos
el pecado del mundo
Tú, que viniste a quitar
el pecado del mundo
y te sumergiste hasta el fondo
en nuestra historia,
bautízanos con agua
y, sobre todo con tu Espíritu,
para que, contigo,
podamos hacernos cargo de la realidad,
cargar humildemente con ella,
y encargarnos de que sea
lo que Dios quiere y sueña,
y no lo que a nosotros nos interesa.

Florentino Ulibarri, Al viento del Espíritu.

Una fiesta en familia


“La celebración de la Fiesta de la Familia, que se celebrará en todas las diócesis de España el 30 de diciembre, no se organiza en clave política, ni es un acto contra nadie. Lo que busca es ofrecer a la sociedad el modelo de familia cristiana, como respuesta a la crisis de humanidad que estamos viviendo y que ha provocado el fracaso de miles de matrimonios y el sufrimiento de miles de hijos”.
Así reza un documento que me ha llegado por correo convencional, para informarme sobre lo que hoy se va a realizar, al parecer en toda España, pero especialmente en la capital del reino, donde tengo entendido que van a quedar ocupadas todas las calles y plazas del centro, para alegría de los viandantes, con y sin perro, y escarnio de los transportistas y demás conductores en general.
Celebro que en mi ciudad se festeje con mucha más discreción y sencillez. Aunque sería de mi gusto que éstas lo fueran absolutamente. Porque en realidad no tengo nada claro qué es lo que se recuerda en este día, tanto con alharacas como sin ellas.
Casi me entran ganas de ponerme chistoso al contemplar el modelo que se propone como norma:
Si es de familia en carne y hueso, -una mamá, un papá y un vástago-, parece que sugiere una solución para caso de crisis extrema. Menos, imposible. Y eso sin hacer mención de la mamá tan especial, del papá tan invisible y del vástago tan pinturero que se nos ofrece con el justificante -nada justificado por otra parte- tomado de las fuentes de donde se dice tomar.
Si es de familia en espíritu, la Trinidad cristiana no deja de ser otro caso excepcional, -un Padre, un Hijo y un Espíritu-, por más que ahora se insinúe que el Padre también puede ser Madre, el Hijo Logos, y el Espíritu Ruah. Como que no cuela, digo yo.
Descastado que soy, y a pesar de haber gozado con mi propia familia nuclear, -gracias papá, gracias mamá, gracias Roberto-, tengo de lo que se da en llamar “familia” una experiencia poco sugestiva, y una opinión poco sugerente. Y no digo más, que a punto casi estoy de largar aquí ejemplos de padres, madres e hijos, tanto si hay herencias de por medio como si no, que erizan los pelos sólo con lo que se avista; ¡qué cosas más sucederán en el interior y bajo los tejados! Palabra que no me apetece absolutamente nada hacer de diablo cojuelo, no me pica esa malsana curiosidad.
Por el contrario, conozco familias que no siguen las “normas” de lo que se ha conocido, y aún se conoce según y por dónde, como modelo tradicional, que, al encanto individual de las personas, suma una armonía de conjunto que cumpliría sobradamente las expectativas de sus detractores, si estos no se quedaran en lo que se quedan, en las simples formas externas, y cerrados a cualquier otra alternativa.
 Así pues, no voy a añadir nada más por hoy, porque al fin y al cabo esto es simplemente un blog, y no hay ninguna necesidad de exponer al público todo lo que uno piensa, que ya se sabe que “El buen paño en el arca se vende”.
Pero por si resultare provechoso, voy a terminar esto recordando una situación muy chisposa que relatan los evangelios.
Resulta que Jesús de Nazaret tenía muy preocupada a su familia, más que nada por las cosas que decían que hablaba y hacía; vamos, que no estaba en sus cabales. Así que fueron en comandita a por él para recogerlo en casa y que dejaran las habladurías de levantarle infundios y ponerle en evidencia, que por entonces eso era muy peligroso, no sólo ante el orden religioso judío, sino sobre todo frente al orden político romano, que veía conspiraciones y levantamientos terroristas en todo lo que se moviera. Así lo cuenta, por ejemplo, el evangelista Mateo:

Aún estaba Jesús hablando a la gente, cuando llegaron su madre y sus hermanos. Se habían quedado fuera y trataban de hablar con él. Alguien le dijo:
-«¡Oye! Ahí fuera están tu madre y tus hermanos que quieren hablar contigo».
Respondió Jesús al que se lo decía:
-«¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?».
Y señalando con la mano a sus discípulos, dijo:
-«Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre». (Mt 12, 46-50)

 
Pero si de lo que se trata es de considerar cómo ser feliz en familia, no puedo por menos de recordar a la Familia Addams, pintoresca donde las hubiere, que ha mejorado con el paso de la vida, aunque estaba mucho más guapa en el blanco y negro en que yo la conocí hace ya demasiado tiempo.

Algo se muere en el alma


El último gesto que me manifestó fue levantarse de su postración y acercárseme para que lo acariciara. Estaba en los huesos y temblaba lastimeramente. Bebió luego un poco de agua y volvió a recostarse. Fue entonces cuando el Jefe lo tapó con un cobertor. Sin saberlo, fue nuestra despedida.
He tenido que sacrificarlo, me lo estaba pidiendo. Así me enteré, dos días depués, de que Pancho había muerto.
La enfermedad o el accidente que provocara su rápido declive y desmejoramiento lo había convertido en una piltrafa perruna, y encogía el corazón verlo tiritar. No había solución.
Pancho y yo nunca terminamos de entendernos. Fue siempre fiel a su amo, quien le buscó un descanso y acomodo jubilatorio tras tanta caza y tanto corral. Pero la vida muelle no iba con él, que gustaba del espacio abierto, carreras sin medida y el olor a chamusquina de los tiros cazadores; y terminó obligándonos a devolverlo a su lugar, el corral y la manada. Allí era el señor. Y lo fue hasta el final.
No me escatimó, sin embargo, sus saltos, carantoñas y arrumacos, cada vez que volvíamos a encontrarnos, mostrándome amistad, pero señalándome al tiempo que su lealtad estaba reservada para otro.
Recuerdo ahora que cuando les paseaba a él y a Moli, sentía como unos celos extraños si la gente se fijaba más en él que en ella. ¡Qué perro más bonito! solía decir el personal, pasando de fijarse en Moli, en quien yo tenía y tengo mis complacencias. Esa especie de rivalidad me desazonaba. Ya pasó, está olvidado.
Sí, a Pancho la muerte le ha aliviado, le ha liberado, le ha salvado. No ha sido ni buscada ni deseada; sólo y simplemente, necesaria.
Que no me vengan ahora los pregoneros de la dignidad con su perorata de que la eutanasia es inmoral porque toda vida es sagrada. Precisamente por ello, Pancho no podía seguir viviendo. Ni Pancho… ni nadie en sus mismas circunstancias.
Algo se me ha muerto a mí con la muerte de Pancho. No quiero ni pensar lo que se le ha muerto al Jefe; no consigo calcularlo, mucho menos expresarlo.

¿Inocentada o atraco?



Ni lo uno, ni lo otro. Simple tomadura de pelo.
Intento hacer unas transferencias vía Internet en lugar de acercarme a la oficina de la Caja, porque el frío de la mañana me retiene. Desde la página oficial de una entidad a la que voy a transferir se me indica que puedo hacerlo de manera fácil y rápida con algo que se titula PayPal. A sí misma se describe como LA FORMA RÁPIDA Y SEGURA DE PAGAR EN INTERNET.
Me confío, y lo intento. Voy anotando cuantos datos me va solicitando, y cuando creo que está todo completo y sólo falta dar al enter, aparece a la derecha el típico diálogo de si estás registrado o has olvidado tu contraseña. Paso de asociarme, por principio, a cualquier lugar que me lo plantee y busco cómo hacer el pago permaneciendo libre.
Cuando por fin creo que todo está completo y aprieto, sale un código de error, de esos que tienen letras y números y no los entiende ni el que los creó, y me encuentro con que no sé si se ha aceptado o no mi transferencia.
Busco y rebusco, pero no encuentro ni comprobante, ni justificante, ni corroborante.
Asustado, desisto. Pero por si acaso, entro en la oficina virtual de mi Caja e inspecciono algún movimiento en mi cuenta. En efecto, Paypal ha actuado descontándome 0,80€. De las transferencias, cero.
Me pongo el plumas, me largo a la oficina real de Parque Alameda y ordeno los pagos deseados. En ese momento no hice más, porque la persona que me atendió no era de mi confianza.
Vuelvo más tarde y pregunto al cajero amigo si puedo rechazar la operación efectuada y me responde que los pagos hechos a través de esta red virtual son efectivos e inamovibles. No hay vuelta atrás.
Menos mal que sólo han sido ochenta céntimos. ¡Anda que si me chupan el importe total de la transferencia y se lo llevan a un paraíso fiscal!
Ya digo, de inocentada, nada. Tampoco es que haya sido un atraco. Pero tomadura de pelo, bastante. Menos mal que peino una abundante cabellera.

Fumar está feo, pero ¡qué placer es liar un cigarrillo!

¡Fumar mata! ¡Fumar perjudica gravemente su salud y la de los que están a su alrededor! ¡Fumar acorta la vida! ¡Fumar puede reducir el flujo sanguíneo y provoca impotencia! ¡Fumar puede ser causa de una muerte lenta y dolorosa!
Estas advertencias, que aparecen en las cajetillas de cigarrillos y otros paquetes de tabaco, no estaban en el caldo de gallina que fumaba mi papá, y con el que yo aprendí a liar y fumarme cigarrillos.
¡Qué bonitos le salían a mi padre! Jamás conseguiré hacerlo como él. Aún así, de vez en cuando lío uno y me lo fumo. Como éste, por ejemplo.
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De repente me han entrado ganas, al recordar lo que vi el otro día cuando terminaron de descargar los alimentos que habían recolectado en su campaña navideña.
Eran alumnos de bachillerato de un colegio cercano. Y al finalizar el trimestre avisaron que vendrían con el cargamento.
Se presentaron tropecientos, ellos y ellas, tan jóvenes y tiernos que daban ganas de comérselos. En un plis plas descargaron todo y se citaron para hoy, a fin de ordenarlo un poco y dejárnoslo todo bien dispuesto.
El caso es que mientras decidían y se iban despidiendo, en corro y sentados sobre el cemento de la calle, una mocica saca una petaca y el librito, y empieza a empaquetar algo parecido a un cigarro. Varias veces tuvo que deshacer y volver a empezar el envoltorio. Tras varios intentos, por fin consiguió algo parecido a un canuto. Luego extrajo no sé de dónde un pequeño filtro e intentó colarlo por uno de los extremos. También en ello empleó varios intentos. El resultado, independientemente de las apariencias que tuviera, se lo fueron fumando, calada tras calada, en una suerte de ceremonia de la pipa de la paz, pasándoselo al de al lado para que también chupara y expulsara.
Aquel gesto hizo que me acordara de mi padre, y que me pusiera una pizca tierno. Él nunca me pasó su cigarro. Lo consideraba personal e intransferible. Todo lo más que hizo fue liarme alguno, cuando yo aún no sabía como hacerlo.
Ahora parece que es moda, y la practican precisamente los principiantes. Ver a una chiquilla liar un cigarrillo me resultó enternecedor.

San Esteban, protomártir




La parroquia de mi pueblo está dedicada a San Esteban, el primer cristiano mártir.  Con todo respeto hacia los demás pueblos y sus santos, no puedo dejar de indicar la importancia de tener a este ser humano como titular. Podría aducir muchas razones, pero como no soy dado al apabulle del contrario, sólo aportaré dos:
1. Fue elegido democráticamente.
2. Su elocuencia fue tal, que está recogido su último, y al parecer único, discurso en el Libro de los Hechos de los Apóstoles que, lejos de limitarse a citarle, le dedica casi tres capítulos enteros.
Palabra que digo la verdad. Hela aquí:
6 1Por aquellos días, al multiplicarse los discípulos, hubo quejas de los helenistas contra los hebreos, porque sus viudas eran desatendidas en la asistencia cotidiana. 2Los Doce convocaron la asamblea de los discípulos y dijeron:
-«No parece bien que nosotros abandonemos la Palabra de Dios por servir a las mesas. 3Por tanto, hermanos, buscad de entre vosotros a siete hombres, de buena fama, llenos de Espíritu y de sabiduría, y los nombraremos para este cargo; 4mientras que nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la Palabra».
5Pareció bien la propuesta a toda la asamblea y escogieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Pármenas y a Nicolás, prosélito de Antioquía; 6los presentaron a los apóstoles, e hicieron oración y les impusieron las manos.
7La Palabra de Dios iba creciendo; en Jerusalén se multiplicó considerablemente el número de los discípulos, y multitud de sacerdotes iban aceptando la fe.
8Esteban, lleno de gracia y de poder, realizaba entre el pueblo grandes prodigios y señales. 9Se levantaron unos de la sinagoga llamada de los Libertos, cirenenses y alejandrinos, y otros de Cilicia y Asia, y se pusieron a disputar con Esteban; 10pero no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba. 11Entonces instigaron a unos hombres que dijeran: «Nosotros hemos oído a éste pronunciar palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios». 12De esta forma amotinaron al pueblo, a los ancianos y escribas; vinieron de improviso, le prendieron y le condujeron al Sanedrín. 13Presentaron entonces testigos falsos que declararon:
-«Este hombre no para de hablar contra el Lugar Santo y de la Ley; 14pues le hemos oído decir que Jesús, ese Nazareno, destruiría este Lugar y cambiaría las costumbres que Moisés nos ha transmitido».
15Fijando en él la mirada todos los que estaban sentados en el Sanedrín, vieron su rostro como el rostro de un ángel.
7 1El Sumo Sacerdote preguntó:
-«¿Es así?».
2Esteban respondió:
-«Hermanos y padres, escuchad. El Dios de la gloria se apareció a nuestro padre Abrahán cuando estaba en Mesopotamia, antes de que se estableciese en Jarán 3y le dijo: Sal de tu tierra y de tu parentela y vete a la tierra que yo te muestre. 4Entonces salió de la tierra de los caldeos y se estableció en Jarán. Y después de morir su padre, Dios le hizo emigrar de allí a esta tierra que vosotros habitáis ahora. 5Y no le dio en ella en heredad ni la medida de la planta del pie; sino que prometió dársela en posesión a él y a su descendencia después de él, aunque no tenía ningún hijo. 6Dios habló así: Tus descendientes residirán como forasteros en tierra extraña y les esclavizarán y les maltratarán durante cuatrocientos años. 7Pero yo juzgaré -dijo Dios- a la nación a la que sirvan como esclavos, y después saldrán y me darán culto en este lugar. 8Le dio, además, la alianza de la circuncisión; y así, al engendrar a Isaac, Abrahán le circuncidó el octavo día, y lo mismo Isaac a Jacob, y Jacob a los doce patriarcas.
9Los patriarcas, envidiosos de José, le vendieron con destino a Egipto. Pero Dios estaba con él 10y lo libró de todas sus tribulaciones y le dio gracia y sabiduría ante Faraón, rey de Egipto, quien le nombró gobernador de Egipto y de toda su casa. 11Sobrevino entonces en todo Egipto y Canaán hambre y gran tribulación; nuestros padres no encontraban víveres. 12Pero al oír Jacob que había trigo en Egipto, envió a nuestros padres una primera vez; 13la segunda vez José se dio a conocer a sus hermanos y conoció Faraón el linaje de José. 14José envió a buscar a su padre Jacob y a toda su parentela que se componía de setenta y cinco personas. 15Jacob bajó a Egipto donde murió él y también nuestros padres; 16y fueron trasladados a Siquem y depositados en el sepulcro que compró Abrahán a precio de plata a los hijos de Jamor, padre de Siquem.
17Conforme se iba acercando el tiempo de la promesa que Dios había hecho a Abrahán, creció el pueblo y se multiplicó en Egipto, 18hasta que se alzó un nuevo rey en Egipto que no se acordó de José. 19Obrando astutamente contra nuestro linaje, este rey maltrató a nuestros padres hasta obligarles a exponer sus niños, para que no vivieran. 20En esta coyuntura nació Moisés, que era hermoso a los ojos de Dios. Durante tres meses fue criado en la casa de su padre; 21después fue expuesto y le recogió la hija de Faraón, quien le crió como hijo suyo. 22Moisés fue educado en toda la sabiduría de los egipcios y fue poderoso en sus palabras y en sus obras.
23Cuando cumplió la edad de cuarenta años, se le ocurrió la idea de visitar a sus hermanos, los hijos de Israel. 24Y al ver que uno de ellos era maltratado, tomó su defensa y vengó al oprimido matando al egipcio. 25Pensaba él que sus hermanos comprenderían que Dios les daría la salvación por su mano; pero ellos no lo comprendieron. 26Al día siguiente se les presentó mientras estaban peleándose y trataba de ponerles en paz diciendo: “Amigos, que sois hermanos, ¿por qué os maltratáis uno al otro?” 27Pero el que maltrataba a su compañero le rechazó diciendo: “¿Quién te ha nombrado jefe y juez sobre nosotros? 28¿Es que quieres matarme a mí como mataste ayer al egipcio?” 29Al oír esto Moisés huyó y vivió como forastero en la tierra de Madián, donde tuvo dos hijos.
30Al cabo de cuarenta años se le apareció un ángel en el desierto del monte Sinaí, sobre la llama de una zarza ardiendo. 31Moisés se maravilló al ver la visión, y al acercarse a mirarla, se dejó oír la voz del Señor: 32“Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob”. Moisés temblaba y no se atrevía a mirar. 33El Señor le dijo: “Quítate las sandalias de los pies, pues el lugar donde estás es tierra santa. 34Bien vista tengo la opresión de mi pueblo que está en Egipto y he oído sus gemidos y he bajado a librarles. Y ahora ven, que te enviaré a Egipto.
35A este Moisés, de quien renegaron diciéndole: ¿quién te ha nombrado jefe y juez?, a éste envió Dios como jefe y redentor por mano del ángel que se le apareció en la zarza. 36Éste les sacó, realizando prodigios y señales en la tierra de Egipto, en el mar Rojo y en el desierto por cuarenta años. 37Este es el Moisés que dijo a los israelitas: Dios os suscitará un profeta como yo de entre vuestros hermanos. 38Este es el que, en la asamblea del desierto, estuvo con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí, y con nuestros padres; el que recibió palabras de vida para comunicárnoslas; 39este es aquel a quien no quisieron obedecer nuestros padres, sino que le rechazaron para volver su corazón hacia Egipto, 40y dijeron a Aarón: “Haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque este Moisés que nos sacó de la tierra de Egipto no sabemos qué ha sido de él. 41E hicieron aquellos días un becerro y ofrecieron un sacrificio al ídolo e hicieron una fiesta a las obras de sus manos. 42Entonces Dios se apartó de ellos y los entregó al culto del ejército del cielo, como está escrito en el libro de los Profetas:
¿Es que me ofrecisteis víctimas y sacrificios
durante cuarenta años en el desierto, casa de Israel?
43Os llevasteis la tienda de Moloc
y la estrella del dios Refán,
las imágenes que hicisteis para adorarlas;
pues yo os llevará más allá de Babilonia.
44Nuestros padres tenían en el desierto la Tienda del Testimonio, como mandó el que dijo a Moisés que la hiciera según el modelo que había visto. 45Nuestros padres que les sucedieron la recibieron y la introdujeron bajo el mando de Josué en el país ocupado por los gentiles, a los que Dios expulsó delante de nuestros padres, hasta los días de David, 46que halló gracia ante Dios y pidió encontrar una Morada para la casa de Jacob. 47Pero fue Salomón el que le edificó Casa, 48aunque el Altísimo no habita en casas hechas por mano de hombre como dice el profeta:
49El cielo es mi trono
y la tierra el escabel de mis pies.
Dice el Señor: ¿Qué Casa me edificaréis?
O ¿cuál será el lugar de mi descanso?
50¿Es que no ha hecho mi mano todas estas cosas?
51¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! ¡Vosotros siempre resistís al Espíritu Santo! ¡Como fueron vuestros padres así sois vosotros! 52¿A qué profeta no persiguieron vuestros padres? Ellos mataron a los que anunciaban de antemano la venida del Justo, de aquel a quien vosotros ahora habéis traicionado y asesinado; 53vosotros que recibisteis la Ley por mediación de ángeles y no la habéis guardado».
54Al oír esto, sus corazones se consumían de rabia y rechinaban sus dientes contra él.
55Pero él, lleno del Espíritu Santo, miró fijamente al cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús que estaba en pie a la diestra de Dios; 56y dijo:
-«Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre que está en pie a la diestra de Dios.
57Entonces, gritando fuertemente, se taparon sus oídos y se precipitaron todos a una sobre él; 58le echaron fuera de la ciudad y empezaron a apedrearle. Los testigos pusieron sus vestidos a los pies de un joven llamado Saulo. 59Mientras le apedreaban, Esteban hacía esta invocación:
-«Señor Jesús, recibe mi espíritu».
60Después dobló las rodillas y dijo con fuerte voz:
-«Señor, no les tengas en cuenta este pecado».
Y diciendo esto, se durmió.
8 1Saulo aprobaba su muerte. Aquel día se desató una gran persecución contra la Iglesia de Jerusalén. Todos, a excepción de los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaría. 2Unos hombres piadosos sepultaron a Esteban e hicieron gran duelo por él. 3Entretanto Saulo hacía estragos en la Iglesia; entraba por las casas, se llevaba por la fuerza hombres y mujeres, y los metía en la cárcel. (Hechos 6-8, 3)

El caso es que a mí no me bautizaron en la parroquia, porque tuve bula y se me concedió que fuera en la iglesia de la Virgen de los Ángeles, situada justo a la otra parte del pueblo, y también casi en los límites del caserío.
No me hubiera importado absolutamente nada que no me hubieran concedido este privilegio, porque el templo parroquial es cuasi catedralicio. Cierto que es algo más moderna, pero su consistencia no ofrece la menor duda: esa es la parroquia. Puede consultarse http://www.castromocho.com/san_esteban.html y comprobar lo que estoy diciendo.
Le traigo a colación porque hoy, 26 de diciembre, es su fiesta. Y si el santoral sitúa a San Esteban al día siguiente de Navidad, digo yo que algo querrá indicarnos.
Aprovecho la ocasión que me brinda San Esteban para echar un “speech” de mi cosecha. Corren tiempos en que muchos largan a sus anchas lo primero que se les ocurre, o lo que han reflexionado largamente, que también; y lo hacen en el ejercicio de su correspondiente derecho a expresarse libremente. Digan lo que digan, no suele pasar a continuación nada de nada, salvo que alguien se sienta injuriado y entable la consiguiente querella. Pero no suele ser así, salvo en las cosas esas de los cotilleos de la tele y demás.
Normalmente cuando se larga de esa forma, la cara se le pone a uno de cemento, y ni se inmuta ni se desdice cuando se le indica o sugiere que miente o que fantasea o que está injuriando…
San Esteban sabía muy bien que se la estaba jugando, a vida o muerte. Y apostó, echándole bemoles al asunto. Le mataron, por supuesto, pero él hizo lo que tenía que hacer, y dijo lo que había que decir.
Ahora recordamos a Esteban, desconocemos los nombres de sus asesinos y a un tal Saulo se le tiene en cuenta sólo y únicamente porque fue capaz de aprender algo de todo aquel asunto.

25 de Diciembre









SE HIZO CARNE

Y la Palabra se hizo carne
viva,
sensible y tierna,
cálida y cercana,
entrañable,
Dios encariñado,
Dios humanizado,
Hijo y hermano,
libre y palpable.

Sí.
Se hizo caricia y gracia,
grito y llanto,
risa y diálogo,
silencio sonoro,
balbuceo de niño,
eco de los que no tienen voz,
buena noticia,
canto alegre,
toque liberador…

¡Y nos humanizó!

Faustino Ulibarri, Al viento del Espíritu

24 de Diciembre









 
UN BELÉN DIFERENTE

Este año pondré un nacimiento diferente,
sin ángeles, sin pastores, sin reyes,
porque en mi pueblo ya casi no existen,
y niños y adultos no entienden que estén contigo
sólo los que no se ven en la calle.
En su lugar pondré figuras del presente.

Un parado,
víctima de todas las multinacionales,
con las manos callosas y arrugas en la frente.
Tiene vergüenza y duele verle.

Un emigrante,
sin patria, sin hogar ni papeles,
de color, con olor y hambre.
Quizá esta noche lo acoja alguien.

Una prostituta,
con mirada triste y ternura palpitante,
usada y juzgada por casi toda la gente.
Quizá esta noche reencuentre su dignidad.

Un drogadicto,
aferrado a sus viajes y estrellas artificiales
porque en la tierra no tiene presente.
Quizá esta noche vea la estrella de su vida.

Un preso,
de los de siempre, sin causa ni gloria,
al margen de la sociedad y con barrotes.
Quizá esta noche le llegue una ráfaga de aire libre.

Un enfermo de sida,
separado, aislado como una peste,
tumbado en el lecho sin futuro y casi sin presente.
Quizá esta noche alguien se acerque a él y le bese.

Ya sé que no están todos;
pero si me atrevo a ponerme yo,
y no me olvido de colocarte a Ti,
este Belén no será de Herodes.


Faustino Ulibarri, Al viento del Espíritu


Resudando espíritu de navidad

 

Oye, Víctor, le digo por teléfono a mi fontanero favorito alarmado por mis circunstancias, el radiador de mi cuarto de estar se puso a gotear el otro día, así de pronto, y a la mañana siguiente amaneció totalmente seco. ¿Qué está pasando? Y él, con esa sonrisa que se le adivina tras las palabras va y me dice: Ese es uno de los misterios más misteriosos de esta profesión. No tengo ni idea. Espera a ver lo que pasa, y me llamas si te llega el agua al cuello. Voy y lo miramos.
Por supuesto que no soy ningún alarmista, y que no estoy llamándole cada vez que un grifo gotea, o que el calentador resuda al usar agua caliente, o las tuberías están empañadas por efecto de la condensación. Pero que de pronto una junta falle, es para mirarlo.
Él se ríe de mí cuando me ve coger el cáñamo, y me dice que eso es ya muy antiguo. Pero yo desconfío del teflón, que será todo lo moderno que se quiera, pero que es tan blando que parece como que no aprieta. Tampoco me fío de sus juntas de cartón, de poliéster o de lo que sea que se lleve ahora, y prefiero las de goma de toda la vida.
Y es que ya es casualidad que en estos días antes de Navidad empiece el goteo de pequeñas caridades, o solidaridades, o como quiera que acordemos en denominarlas. Viene alguien con una bolsa y dice que esto a lo mejor le viene bien a alguien. Y dentro hay un montón de pares de calzados de todos los tamaños y diseños, usados, por supuesto; más, gastados del todo. Pues no sé, respondo yo. Bueno, entonces me lo llevo. Espera a ver, que yo esto no lo llevo, pregunta ahí a ver qué te dicen. Y de este modo que quito de encima el engorro de echar por mi boca un chorreo que no va con estas fechas.
La bolsa igualmente también puede contener un paquete de fideos, o cajitas de avecrem pechuga, o latas de sardinas, o una botella de aceite de girasol, incluso libros escolares de planes ya olvidados.
O juguetes. Sí, todos los juguetes habidos y por haber ahora sobran en las casas, porque hay demasiados y ya no caben los que están para venir.
Sí, por las Navidades hay grifos que gotean, siquiera por unos días.
Ojo, pues, y atención. No te alarmes y espera un poco, que seguro que no es avería. No se te ocurra coger la llave grifa y desmontarlo, puedes preparar una muy gorda. Seguro que a la vuelta de muy poco todo se normaliza.
De momento está la nave a rebosar. Ropa usada, ropa vieja, ropa para tirar. Juguetes usados, juguetes rotos, juguetes pasados de moda. Y mucha comida. Sin chupar, por supuesto, como aquellos caramelos del viejo villancico “Capitán de madera”. Estaría feo repartir comida ya masticada. ¿A que sí?

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Que no se alarme el personal. Todo está bajo control. Que algún que otro empalme gotee de vez en cuando no inutiliza la instalación, que está en óptimas condiciones, ni desvirtúa el sentido común, que abunda bastante más de lo que parece. Como gente previsora que somos, ni hemos puesto nuestra confianza en la lotería de navidad, ni soñamos con los reyes magos. No faltará en ninguna mesa un plato caliente, ni ahora ni después.
 

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